domingo, mayo 17, 2009

Vigilancia cooperativa y acompañamiento social

Por: Jorge Alberto Hidalgo Toledo

 

Seguir y ser seguido. Follow me, following you. En metáfora bucólica: Twitter promoviendo al buen pastor en las comarcas de la parcela digital. Intertextualidad, el yo como un texto que remite a otros textos y al final, dicha trama retórica, como un complejo caótico de significados. Y pienso en Twitter, como también en la página de inicio de Facebook, donde se concentran los estilos, los estados de ánimo, las amistades, las imágenes, los textos… los significados. Y a todo esto, ¿cuál es el encanto de seguir al otro?

            Escena 1: Hace unos días, en mitad de clase, una alumna interrumpe molesta y la compañera de banca la justifica: “profesor discúlpela. Pero es que está estoqueando a su novio en Facebook y ya vio que está platicando con la ex”.

            Escena 2: En Hi5: “ayer por la noche no tenía nada qué hacer y que me pongo a googlear y que me topo tu perfil en todos lados ¿qué haces todo el día? ¿A poco te da tiempo para actualizar todos tus perfiles?”

            Escena 3: En Twitter: “¿cuántos mensajes sueles mandar en un día?, ¿5?, ¿10? ¡100! ¿Y a poco crees que los leen?” “No sé, pero de vez en cuando me contestan.”

            Escena 4: En Blip: “Para los que se despertaron luchando contra demonios y molinos de viento”. Segundos después responden comentando: “Me gusta”. Pulgar arriba. “Muy atinado para un día como hoy”

           

Variedades semánticas digitales

¿En qué modo están cambiando las conductas humanas estas nuevas redes sociales y herramientas de micro-blogging? ¿Cuál es el valor de esta nueva forma de conexión social? ¿Qué tipo de capital digital aportan? ¿Qué nuevos códigos de socialización estamos conformando y aceptando al validar aplicaciones sociales como Twitter, Facebook, Hi5, Blip, etc?

            Sin lugar a dudas, en estos espacios de comunicación social entre colectivos, confluyen y se entremezclan una serie de prácticas sociales muy antiguas de asociación, cooperación, acción, control, reputación e integración, pero ahora en modalidad digital.

            La comunicación fluida y permanente está a la vista de todos. Toda la gente, todas sus cosas, todas sus emociones, gustos y saberes. Basta teclear y un universo entero estará al alcance de nuestra mano. Thomas Friedman denominó a esta aplanadora como in-forming, en su ya clásico La tierra es plana. In-forming “es la capacidad de crear y desplegar tu propia cadena de suministro, una cadena de suministro de información, conocimientos y de entretenimiento” (2007, p. 165). En las aplicaciones sociales, es el sujeto mismo el que edita, crea, investiga, selecciona y elige valiéndose de sus capacidades, medios y herramientas para optar por lo más afín a él mismo.  En esta óptica googoolear  o googlear es como un rastrear en la propia memoria.

Buscar y rastrear para gente como Larry Page y Eric Schmidt (Google) es una nueva clase de colaboración. Una colaboración individual hecha a la medida. Una compleja forma de emancipación y de expresión que se sustenta en la búsqueda de aliados y colaboradores para conformar comunidades que superen las fronteras nacionales y culturales.

En la lógica de Mark Zuckerberg (Facebook), Jack Dorsey, Biz Stone y Evan Williams (Twitter) publicar y compartir ideas, intereses y emociones es intercambiar afinidades, hacernos transparentes. En ese mundo plano de Friedman, siempre podrán rastrearnos, porque en la “era de la búsqueda superpropulsada, todo el mundo es un famoso” (2007, p. 171), pero más que un famoso, el sujeto se vuelve visible. De lo que deriva, que de estas tecnologías de información se desprende una nueva forma de mirar, de organizar, de conocer, de regular, de valorar.

 En estas aplicaciones sociales que explotan la capacidad de internet por conectarlo todo, integrarlo y recombinarlo (Castells, 2001) surgen nuevas prácticas sociales, nuevas formas cognitivas, nuevos tipos de aprendices.

Una red social así como una comunidad virtual, son en sí mismas una comunidad de aprendices y de constructores colaborativos de conocimiento. Por ende, como afirma Begoña Gros-Salvat “distribuir significa compartir: la autoridad, el lenguaje, las experiencias, las tareas, la herencia cultural” (2008, p. 66).

En estos espacios retóricos y sociales, el usuario es el que hace el seguimiento y el diagnóstico, la aplicación sólo proporciona la estructura. Es pues una red social una comunidad de práctica un círculo de aprendizaje en la que los participantes se implican en procesos colaborativos, comparten experiencias y problemas.

Twitter como Facebook permiten la difusión caótica, fragmentada, diversificada, descoordinada y multiplicada pero interconectada a las diferentes contribuciones de los participantes. Conectarse, interactuar, compartir, distribuir quizá acerca a estas herramientas al concepto de Pierre Lévy de la interfaz como una red cognitiva de interacciones (1999).

Por ello, seguir, es conectar, sintonizar, provocar, inquietar, persuadir, seducir, excitar, motivar, negociar significados, co-construir, integrar. Ver y ser visto, el alimento de la pulsión oscópica.

Las redes sociales como modelo comunicativo fungen en parte como espejos, que como dice Joan Ferrés i Prats (2008) devuelven al receptor su propia imagen, lo que siente, lo que desea, lo que teme, lo que le preocupa, sus esperanzas, sus deseos, lo que piensa o lo que quiere pensar.

La visualización compulsiva  de códigos verbales y audiovisuales que se vive en Twitter y Facebook integra lo concreto y lo abstracto, une lo conceptual con lo emocional, lo simultáneo con lo lineal, lo acelerado con lo trepidante, lo racional con lo reflexivo, lo divertido con lo intuitivo, lo local con lo global.

Una extraña intimidad personalizada, portátil y colectiva se entreteje en este espacio social alternativo. Un “tengo frío” pesa tanto como un “¿Cuál de los 9 tipos de personalidad eres?”, porque en el fondo todas ellas son una extensión del corazón de los nativos digitales.

Como plantea Howard Rheingold (2004) no sólo estamos ante un nuevo usuario, sino ante una nueva cultura, nuevos modos de vida, nuevas formas de ver y ser vistos. Este modo de compartir con los demás momentos puntuales de la vida en tiempo real, no es un mero intercambio de información, es un sentirse acompañado, una modalidad del pienso en ti, del alguien se acordó de mí.

Seguir, multiplica las oportunidades de establecer contactos; consolida la propia identidad como miembros de un grupo en la mente de los demás (Hidalgo, 2009); denota interés; reafirma una relación; simboliza compromisos y lealtades; establece puentes de confianza; desarrolla conexiones internacionales; permite la participación cívica para comunicar opiniones a públicos más vastos (Buckingham, 2008); los hace presentes más allá del espacio conversacional.

Así pues, quien comparte conocimientos y estados de ánimo en la red, obtiene mayores cantidades de conocimiento y oportunidades de sociabilidad (Rheingold, 2004).

El mismo Carlos Scolari nos recuerda: “El hecho de poder estar siempre disponibles, en cualquier momento y en cualquier lugar, transforma la gestión de las actividades y la regulación del ciclo vital social” (2008, p. 283). Estar y ser visto obliga a los participantes de una red a dejar de ser consumidores para pasar a ser prosumidores, usuarios interactivos, algo más que simples espectadores, reproductores y difusores. La producción y distribución participativa que permiten Facebook y Twitter impulsan la reciprocidad y la cooperación.

Por otra parte, Twitter y Facebook ofrecen también a los “mineros de datos” un acceso extendido a los modos de representación, lenguaje y producción social de los otros. Ejerciendo con ello una especie de vigilancia cooperativa, de autoridad coercitiva, una especie de vigilancia inversa como la que plantea Andrew Hope (2005). Para ellos, seguir representa un jugar al gato y al ratón, una diversión social amparada en el pánico, del “¿quién estará viendo mi perfil?”

Conectar y seguir, en términos de viralidad y contagio para esta acepción de usuarios, pasa del “yo también”, del acompañamiento social a un placer irreverente de autoridad normativa. Esta suerte de regulación del actuar comunitario apela al vigía, al francotirador que se entromete en los “estados” y “muros” a “comentar en términos de coacción” para captar la atención de los demás e ir minando el desprestigio y reconocimiento de los otros.

Mientras que la vigilancia cooperativa establece mecanismos autorregulatorios de sana convivencia, la vigilancia coercitiva intenta herir con una estocada, controlar en modo sublime la conducta de los miembros. Basta sentirse vigilado para que la aportación se reduzca. En cambio si la visión se siente invisible, todo cambia, la publicación se hace con esperanza de retorno de inversión.

Para propagar ideas se requieren conexiones y nodos libres afirma Joseph Jaffe (2006); así como reclutas que retransmitan un mensaje para ampliar la audiencia y coordinar las actividades con otros grupos. En la economía de la reputación y la cultura de la exposición (Anderson, 2007), los vigilantes coercitivos buscan frenar las acciones colectivas.

Pero es curioso, en la ecología hipermedial de las redes sociales, estos mecanismos de control y de presión social son los que ayudan a mantener la confianza en las comunidades. La cooperación es un juego de encuentros y de estrategias en busca de la reputación; por ello, limpieza social, dilema y reciprocidad, siempre van de la mano. La ley de los contribuyentes es proporcional al número de observadores.

Finalmente, a todo esto, ¿por qué y para qué seguirnos? Podríamos contestar: para experimentar nuevas manera de percibir, de sentir, de escuchar y de ver (Morduchowicz, et al, 2008); para reinsertarnos socialmente, hacernos visibles y estar juntos (Martín-Barbero, 2008); porque el yo espectador se transforma en un nosotros, en una comunidad de compromisos y sentimientos a distancia (Pasquier, 2008);  por dependencia a los afectos, a la ilusión, para encontrar sentido a la realidad aburrida y poco apasionante y evitar el Efecto Tamagochi (de qué pasará con mi avatar y mi perfil mientras no estoy) (Valleur y Matysiak, 2005); para vincularse, eludir preocupaciones, bajar la guardia y vivir un poco de alegría (Schore, 2006) o quizá por algo tan simple como dice Marco Silva: “Porque el intercambio es justamente lo que crea la vida, lo que llama la vida” (2005, p. 105).

 

 

Referencias

Anderson, C. (2007). La Economía Long Tail: de los mercados de masas al triunfo de lo minoritario. Barcelona: Taurus.

Martín-Barbero, J. (2008). “El cambio en la percepción de los jóvenes: Socialidades, tecnicidades y subjetividades”, en Morduchowicz, R., Martín-Barbero, J., Pasquier. D. Pinto, M., García Matilla, A. Walzer, A. y Callejo, J. (2008). Los jóvenes y las pantallas: nuevas formas de sociabilidad. Buenos Aires: Gedisa.

Buckingham, D. (2005). Educación en medios: alfabetización, aprendizaje y cultura contemporánea. Barcelona: Paidós

Buckingham, D. (2008). Más allá de la tecnología: Aprendizaje infantil en la era de la cultura digital. Buenos Aires: Manantial

Castells, M. (2001). La galaxia Internet: Reflexiones sobre Internet, empresa y sociedad. Barcelona: Plaza y Janés.

Ferrés i Prats, J. (2008) La educación como industria del deseo: un nuevo estilo comunicativo. Barcelona: Gedisa

Friedman, T. (2007). La tierra es plana: Breve historia del mundo globalizado del siglo XXI. México: Planeta

Gros Salvat, B. (2008) Aprendizajes, conexiones y artefactos: la producción colaborativa del conocimiento. Barcelona: Gedisa

Hidalgo, J. (2009) Contextos en movimiento: ítems de la Generación My Social Media. Recuperado el 16 de mayo de 2009 en http://inmersioneducativa.blogspot.com/2009/05/contextos-en-movimiento-items-de-la.html

Hope, A. (2005) “Panopticism, playa n the resistance of surveillance: case studies of the observation of students internet use in UK schools”, en British Journal of Sociology of Education, vol. 26, No. 3, 2005, p. 359-373. Recuperado el 9 de mayo de 2009 en http://www.informaworld.com/smpp/content~content=a713993060~db=all

Jaffe, J. (2006) Más allá del spot de 30 segundos: alternativa a la publicidad tradicional. México: CECSA

Lévy, P., Levis, D. (1999). ¿Qué es lo virtual? Barcelona: Paidós

Morduchowicz, R. (2008). La generación multimedia: significados, consumos y prácticas culturales de los jóvenes. Buenos Aires: Paidós.

Morduchowicz, R., Martín-Barbero, J., Pasquier. D., Pinto, M., García Matilla, A. Walzer, A. y Callejo, J. (2008). Los jóvenes y las pantallas: nuevas formas de sociabilidad. Buenos Aires: Gedisa.

Pasquier. D. (2008). “La televisión como experiencia colectiva: un estudio de recepción” en Morduchowicz, R., Martín-Barbero, J., Pasquier. D., Pinto, M., García Matilla, A. Walzer, A. y Callejo, J. (2008). Los jóvenes y las pantallas: nuevas formas de sociabilidad. Buenos Aires: Gedisa.

Rheingold, H. (2004) Multitudes inteligentes: la próxima revolución social. Barcelona: Gedisa

Schor, J. (2006) Nacidos para comprar: los nuevos consumidores infantiles. Barcelona: Paidós

Scolari, C. (2008). Hipermediaciones: elementos para una Teoría de la Comunicación Digital Interactiva. Barcelona: Gedisa.

Silva, M. (2005). Educación interactiva: Enseñanza y aprendizaje presencial y on-line. Barcelona: Gedisa

Tubella, I., Tabernero, C. y Dwyer, V. (2008) Internet y televisión: la guerra de las pantallas. Barcelona: Ariel

Valleur, M., Matysiak, J.C (2005) Las nuevas adicciones del siglo XXI: Sexo, pasión y videojuegos. Barcelona: Paidós