¿Por qué es necesaria hoy una educación para los medios?
Juan-Francisco Torregrosa explica por qué se hace necesaria una educación crítica ante el uso de los medios.
¿Por qué es necesaria hoy una educación para los medios?
La influencia de la educación para los medios ha crecido en los últimos años, sobre todo en países de América Latina, pero también en muchos otros, entre ellos España. En todos estos lugares, y en otros, se han logrado avances, más o menos o considerables, en el sentido de introducir en el currículum escolar el estudio, el uso como recursos educativos, la creación y el análisis en torno a los diversos medios de comunicación, como la prensa escrita y los audiovisuales, en particular la televisión, dada su influencia y su penetración en prácticamente todos los hogares. En los que, como señalan algunos autores, en una acertada imagen metafórica, el televisor (los diversos televisores, hasta tres y cuatro en muchas casas) ocupa hogaño el lugar que antaño tuvo el fuego primigenio y aglutinador.
La educación para los medios hace hincapié en la necesidad de propiciar en niños y jóvenes una lectura y una recepción crítica de los mensajes provenientes de los distintos medios; todo ello, insistimos, mediante la reflexión y el análisis. Un aspecto determinante es que los alumnos aprendan los lenguajes para que ellos mismos puedan expresarse y realizar sus propios contenidos audiovisuales o literarios, fomentando con ello su creatividad y su capacidad para ofrecer alternativas estéticas o ideológicas en sentido amplio (propuestas sobre valoración del entorno y sus circunstancias, refuerzo de determinados valores sociales, etcétera, desde una concepción constructivista en la que el alumno es protagonista de su propio proceso de aprendizaje, descubrimiento y experimentación.
Las más relevantes instituciones supranacionales se han ocupado del tema que abordamos. Es el caso de la UNESCO, que hace un cuarto de siglo expresó que con el término “educomunicación” o Educación para los Medios se hace referencia a todas la formas de estudiar, aprender y enseñar, a todos los niveles, y en toda circunstancia, la historia, la creación, la utilización y la evaluación de los medios de comunicación como artes prácticas y técnicas, así como el lugar que ocupan los medios de comunicación en la sociedad, su repercusión social, las consecuencias de la comunicación mediatizada, la participación, la modificación que producen en los modos de percepción y el papel del trabajo creador y el acceso a los medios de comunicación.
Promover una comprensión crítica
Algunos años después, el propio organismo entendía que “los sistemas políticos y educacionales deben asumir las obligaciones que les incumben para promover entre los ciudadanos una comprensión crítica de los fenómenos de la comunicación” [1]. Algunas líneas de actuación, como las que a continuación se enuncian, podrían “hacer más eficaz la educación”:
1. Organizar y apoyar programas integrados de educación relativa a los medios de comunicación desde el nivel preescolar hasta el universitario y la educación de adultos, con vistas a desarrollar los conocimientos, técnicas y actitudes que permitan favorecer la creación de una conciencia crítica y, por consiguiente, de una mayor competencia entre los usuarios de los medios de comunicación electrónicos e impresos.
2. Desarrollar cursos de formación para los educadores y diferentes tipos de animadores y mediadores encaminados tanto a mejorar su conocimiento y comprensión de los medios de comunicación como a familiarizarlos con métodos de enseñanza apropiados que tengan en cuenta el conocimiento de los medios de comunicación a menudo considerable, pero aún fragmentario, que posee ya la mayoría de los estudiantes.
3. Estimular las actividades de investigación y desarrollo concernientes a la educación sobre los medios en disciplinas como la Psicología y las Ciencias de la Comunicación.
“Empresas de Concienciación"
Masterman aboga por una enorme ampliación de la conciencia crítica y el desarrollo coherente de programas educativos que fomenten la autonomía. Los acontecimientos, pasados o presentes, avalan la teoría de este autor que considera a los medios de comunicación como auténticas “Empresas de Concienciación”. En el caso del trabajo teórico-práctico con el medio televisivo en la enseñanza hay que ser conscientes de algo definitivo, en lo que coincide la mayor parte de la doctrina más autorizada: “¿Cómo no hacer entrar la televisión en la escuela, si ya está dentro, quiérase o no, por la influencia que ejerce sobre los saberes, las actitudes y los comportamientos de los alumnos? La televisión siempre es educativa, aunque lo sea de una manera que escape a la pedagogía” [2]. Una vez constatado que el medio por excelencia es, como el resto de soportes, siempre educativo (o, si se quiere, deseducativo) a la escuela corresponderá enseñar a sus miembros a ver la televisión, a leer todos los medios en el aula.
De la propaganda a la información (o el despertar de la conciencia crítica por la fuerza de los hechos)
El espíritu crítico que la educación para los medios (que no para los miedos) pretende fomentar, ha estado desde el 15 de febrero de 2003 especialmente instalado entre la sociedad planetaria. En este caso por la fuerza de los hechos consumados. Y es que en medio de la concreta barbarie que ha asolado el mundo, en medio de la atrocidad planeada y finalmente perpetrada, resulta edificante ver cómo la opinión pública universal ha alzado sus voces de repulsa. En esta guerra, -ilegal e injusta, recordémoslo- que Estados Unidos ha dado por terminada, los gobiernos beligerantes sólo han estado a la altura de sus intereses y su megalomanía.
Y España, del “rincón de la Historia”, Aznar dixit, ha pasado al pelotón de cabeza de los pistoleros de la libertad imbuidos de poder soberano. De la mano de un Gobierno como el norteamericano, muy cercano a la extrema derecha, de un gobierno imperialista que decide cómo y cuándo administrar el planeta a su antojo. Es tal la gravedad de lo que hoy está ocurriendo que millones y millones de ciudadanos perciben el peligro en una medida que no parece exagerada. El peligro de que definitivamente los países ricos y poderosos (los Estados Unidos de América, sobre todo y a distancia) instalen el todo vale, el terrorismo planetario, al margen de lo que digan las instancias internacionales más acreditadas, como la Organización de las Naciones Unidas.
La alfabetización mediática, como ejercicio de formación en la responsabilidad y la independencia de criterio, tiene aquí mucho que ver. La conocida idea según la cual la primera víctima de toda guerra es la verdad resulta muy cierta. Un ciudadano comprometido ha de intentar discriminar entre propaganda e información, y de esta manera avanzar desde la una hasta la otra. Los medios de comunicación, en especial la televisión, juegan un papel decisivo en aspectos como la definición de quién es el agresor, como ha destacado el sociólogo Javier Callejo en un artículo reciente en esta misma publicación. Pensemos también en otros hechos significativos como el denunciado en una carta al director publicada en la prensa nacional: Pedro Almodóvar dedica, en inglés, su premio Óscar, literalmente “a quienes alzan sus voces en contra de la guerra”. Y en el Telediario de Televisión Española dicen que dijo “a quienes están en contra de la guerra”. Y sin embargo el cineasta empleó el verbo “rise” (elevar, subir, levantar, alzar). Lo cual es bien distinto. Con razón se asegura que traducir es traicionar... En este caso o hay censura y mala fe o una ignorancia inexcusable.
En muchas ocasiones, la desinformación y la manipulación pasan de ser un riesgo a constituir una evidencia. Es sintomático que Antena 3 haya empleado en su careta de entrada al bloque de noticias sobre el conflicto bélico la expresión “Guerra a Sadam” mientras que Tele 5 titula “Ataque sobre Iraq”.
Qué distintas son ambas cosas. Por esa diferente percepción de la realidad comienza todo lo demás. Pero no culpemos a los medios, tan sólo sometamos a filtros racionales cuanto nos llega a través de ellos. Eso es lo que han hecho ante la guerra muchos miembros de la opinión pública, muchos ciudadanos. El atropello era tan grueso que no han engañado a casi nadie. Algunos políticos se han retratado. Pero más allá, y sobre todo, se ha evidenciado que la gente tiene un criterio, una capacidad de respuesta y conoce bastante bien dónde se sitúan los límites de lo tolerable.
Juan-Francisco Torregrosa es periodista y miembro de AIRE Comunicación (Asociación de Educomunicadores. Este artículo fue publicado en el nº 6 de la edición impresa de la revista Pueblos, junio de 2003, pp 22 y 23.
Notas
[1] Masterman, Len: La enseñanza de los medios de comunicación, Ediciones De la Torre, Madrid, 1993, pp. 286 y ss
[2] Jacquinot, Geneviève: La escuela frente a las pantallas, Aique, Buenos Aires, 1996, pág. 10.
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