sábado, mayo 08, 2010

Contextos en movimiento: ítems de la Generación My Social Media


Jorge Alberto Hidalgo Toledo*
Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA), 
Escuela de Comunicación
Universidad Anáhuac México Norte


Infancias definidas por los nuevos medios; tecnologías digitales que saturan el entorno; mayor engranaje de medios; la fragmentación de las audiencias, los micro nichos, contenidos bajo demanda, móviles y remezclables; mayor influencia de las tecnologías digitales en la cultura juvenil; usos cada vez más individualizados de la tecnología para fines aparentemente colectivos; espacios mediáticamente ricos; multi-tasking y procesos paralelos; el marketing integrado y la intertextualidad transmedio; intensificación de relaciones interpersonales fuera de los entornos familiares;  posibilidad de producir contenidos propios y conexión con las audiencias desconocidas y distantes pero social y digitalmente amalgamadas; dispositivos portadores de relatos, fantasías, imágenes, simulacros que operan desde la signocracia; medios viejos que se complementan con los nuevos y que aumentan las posibilidades... (Anderson, 2007, Tapscott y Williams, 2007, Buckingham, 2008, Snyder, 2004).
Sin lugar a dudas, más allá de las grandes innovaciones en las interfaces, los grandes movimientos hipermediales los estamos viviendo desde los tenores, desde los motivos, desde las clases de personas que usan las tecnologías y los contextos en que lo hacen. Quizá la gran revolución digital la estamos viviendo más en la transformación de las audiencias que en las plataformas, dispositivos y herramientas.
Facebook, que se ha colocado como el rey de las redes y las comunidades virtuales masivas ha captado con suma rapidez las variables esenciales de estos contextos en acelerado movimiento.
Don Tapscott y Anthony Williams ya planteaban desde su texto Wikinomics (2007) cómo cada vez estaríamos más inmersos en estructuras económicas, políticas, sociales y sobre todo tecnológicas que posibilitarían mayor apertura, interacción entre iguales, intercambio, colaboración y acción global.
Facebook, el gran juguete de la era de la participación, ha permitido en su arquitectura abierta, creativa, flexible, expansiva, autogestionable, autoselectiva, coordinada y autoorganizada el intercambio de recursos, servicios, bienes, productos, conocimiento, experiencias, relaciones y amistades. Siendo el gran capital digital de esta herramienta la hiperconexión participativa de saber agregado y multitudinario.
La interconexión de inteligencias, experiencias, actitudes, identidades y relaciones simbólicas es parte del corazón del espacio privado que reclamaban tanto los nativos, los colonos, los migrantes y los misioneros digitales.
En ese lugar retórico como bien pudo llamarlo Nicholas Burbules (2004) por su arqui-naturaleza socialmente íntima, incluyente, referencial, subjetivamente semántica y reveladora y por la capacidad que ofrece para descubrir conexiones significativas y percepciones novedosas; posibilita las manifestaciones públicas de identidad para intercambiar afectos, compartir intereses, validarse consensualmente, ganar legitimidad, renegociar definiciones, combinar medios y manipular la cultura.
¿Qué motivaciones impulsan a los usuarios de Facebook a aportar su tiempo y sus talentos?, ¿qué encantos tiene esta red?, ¿qué empuja a las personas a vivir la experiencia de los iguales?
Entre el listado sin duda encontramos: el sentido de pertenencia, la integración e interoperabilidad social; la diversión de socialización; el seguir el ritmo del activismo social de otros usuarios; la posibilidad de autoexpresión y generación de capital social digital; la personalización de contenidos; la satisfacción que produce el intercambio y la ética de compartir y experimentar la reciprocidad; la legitimidad que ofrece el liderazgo, el reconocimiento y el credencialismo entre los pares.

Modelando Mi Perfil
Facebook ha contribuido a modificar la presentación pública de la identidad de las personas y los rasgos discursivos. En esta nueva definición de personalidades encontramos usuarios con identidades multi-layers, desempeñando variedad de papeles que van desde el representado ante la sociedad, en la intimidad, en el lenguaje, en los ámbitos para-sociales, electrónicos, digitales y virtuales. Mismos que pueden darse en modalidad sincrónica y relacional. 
            La construcción del yo digital en Facebook, deriva del lenguaje, de la comunicación compartida y artifactual, de la transmisión y negociación de ideas, actitudes sígnicas y conductas paralingüísticas. Erving Goffman (1987) habla del humano como construcción interactiva al negociar, marcar y posicionarse discursivamente ante los demás. Estos actos de identidad fragmentada, hechos manifiestos y, la configuración de entornos cognitivos mutuos son los que posibilita Facebook de ahí que se formen, valoren y mantengan los vínculos.
En Facebook la información del sujeto en comunidad es accesible, fácil de procesar y resultará relevante en la medida que los usuarios aprendan a compensar (digital skills) las pistas conversacionales de orden simbólico, sígnico y no verbal.
¿Desde dónde logra esas habilidades expresivas? Retomando a Francisco Yus (2001) podríamos decir que se dan desde: 1) la pertenencia y adhesión a los grupos y comunidades donde compartirá ideas e intereses; 2) el sistema de relaciones que establezca con otros miembros; 3) los vínculos emocionales profundos; 4) el grado de compromiso que manifieste; 5) las historias compartidas que les lleven a intercambiar valores, preocupaciones, metas y símbolos; 6) el control y distribución de bienes colectivos como podrían ser regalos, videos y demás aplicaciones sociales; 7) la temporalidad de la interacción.
La ecología hipermedial que cohabita en Facebook permite el encuentro mediado, la práctica compartida y el reforzar, revitalizar y expandir la red de relaciones. La información contextual corpórea tan necesaria en la interacción cara a cara, es sustituida por la foto (Hidalgo, 2009) que puede ir de:
la imagen anzuelo: aquellas expuestas para captar la atención de otros y llamar de inmediato a la invitación a que los agreguemos como amigos;
la imagen espejo: que nos muestra en modo transparente, tal como son, detallando incluso virtudes y defectos de los cuales también nosotros nos mofamos;
la imagen simulación: los ubica en una pose, nunca como son, pero sí como les gustaría ser vistos
la imagen escénica: ubicada en espacios de representación, donde juegan un papel o rol con el cual quieren ser asociados o identificados;
la imagen emocional: la que al igual que el emoticon alude al estado de ánimo, en sí misma imagen señal de la cara oculta del corazón;
la imagen ilustración: caricatura desdibujada de uno mismo, porque es más fácil ser lo que otros han sido;
la imagen ausente: los que están sólo ocupando el espacio virtual como extensión del espacio fuera de línea, pero no pretenden abrirse a nuevas amistades, sólo ante aquellos que dicen conocer;
la imagen nostalgia; que esperan de la red un punto de reencuentro y concluir ahí lo que no pudieron terminar de decir en el pasado;
la imagen familia; que nace de la experiencia compartida con otros llámense familia o amigos;
• la imagen textual; en la que las grafías y los tipos cierran el círculo lingüístico;
• la imagen sonora; con la que el interlocutor establece ecos simbólicos paralingüísticos;
la imagen hipertextual; que remite a otros discursos grupalmente significativos;
• la imagen intertextual; autoreferencial y que lleva al visitante a la exploración e inmersión en otros intereses que desea el autor hacer evidentes.
La revelación al otro en Facebook no basta, por ello se busca en todo momento humanizar el espacio subrayando elementos esenciales de la vida para dar la sensación de un co-habitar, de la sensación de vecindad y familiaridad, del encuentro ocasional.

La economía del movimiento
Para“vivir en comunidad”en el corazón de Facebook la confianza, la cooperación, la legitimidad, la lealtad, la expresión y la expresividad gráfica son vitales.
Twittear, actualizar el estado, modificar constantemente la imagen del perfil, dar un toque, invitar a eventos, enviar un saludo de cumpleaños, compartir enlaces, sincronizar el estado con Blip.fm, Blip.tv y otras aplicaciones sociales, enriquecen simbólicamente la extensión de la persona real y posibilitan tanto el diálogo interactivo textual sincrónico como el asincrónico.
Ananda Mitra (1997: 59) afirma:“los textos intercambiados en Internet son artefactos que mantienen a las comunidades virtuales unidas, así como indicadores de qué dirección están tomando. Las identidades dentro de la comunidad se producen sobre todo por la forma en la que los participantes se presentan, ellos mismos, dentro del discurso. En consecuencia, la naturaleza textual de las comunidades virtuales es su rasgo más sobresaliente”. Es pues el texto, reforzado con la imagen, el sonido y el video que se explicita la identidad del facebookero para dejar de ser una fabricación intelectual descorporeizada y pasar a ser un sujeto encarnable. 
La interacción conversacional y el involucramiento en ella hace presente a los interlocutores sin importar en qué parte del mundo se encuentren. Las meta-representaciones producto de todo este intercambio dinamizan al individuo y unifican los 3 modalidades del yo virtual de Steven Jones (1997): el yo sentado frente a la computadora; el meta-yo que se presenta en el medio virtual y perciben los demás; y el yo metaficcional que  opera como un yo alternativo dentro de los límites de la realidad conversacional y que juega a ser el que se manifiesta.
Este jugar al yo, al nosotros, al ustedes y ellos, finalmente termina proporcionando significados, valores y sentidos. Roger Silverstone (2004) vincula este proceso con el seducir al espíritu y cautivar el intelecto situándose al centro de nuestra capacidad o incapacidad de comprender el mundo en que vivimos, reflexionar sobre el otro y entenderlo.
Facebook y sus herramientas pasan a ser para los nativos digitales en continuidades del habla, en modelos de lo que somos.“Los actos y los acontecimientos, las palabras y las imágenes, las impresiones, las alegrías y las aflicciones, e incluso las confusiones, resultan significativos en la medida en que pueden relacionarse entre sí dentro de algún marco a la vez individual y social”(Silverstone, 2004: 27).
Seguir al otro implica rastrear cómo participan en la vida social y cultural fuera de línea. Por ello Facebook es seductor y adictivo; por su capacidad de circular los significados de un texto a otro; de un discurso a otro; de una representación a otra; de un acontecimiento a otro.  Adicción que se va concretando e intensificando en la medida que el usuario se acostumbra a recibir respuestas cada vez más rápido y por mayor número de gente.

Yo soy mi Facebook
El texto como cuerpo; el texto como representación; el texto como mediador; el texto como conciencia, el texto como existencia. La conexión entre texto, imagen, ojo y memoria, es la conexión de sentido entre los hablantes en la red. Esta dimensión figurativa es una dimensión existencial. Somos información, estructura y narrativa. Somos en la mente del otro, la corporeización de todo lo que aparecen en el perfil. Facebook nos propone, dibuja y materializa desde la mímesis que posibilita el texto.
Si la mímesis es actuación vaya manera de actuar en el mundo. Ya lo decía Goffman (114):“en esos escenarios en los cuales hacemos lo que hacemos como exhibición, para impresionar a otros y definir y mantener nuestra auto-percepción, un sentido de identidad; escenarios que a su turno dependen de los bastidores donde, invisibles para nuestra audiencia prevista, podemos preparar el maquillaje y la transformación”.
            Para quien Facebook es la vida, la conexión es indiscutible y comprometedora y se vuelve tan real como lo real, dado que el mundo en el que vive es parte del mundo que construye.
El texto como interfaz en el imperio de lo visual conecta la vida social con la vida de significados.  La feudalización de Facebook por parte de los nativos digitales no sólo está dada por los entornos de consumo, sino como un reclamo de espacios donde se concrete lo mediáticamente público y privado.
Estar siempre disponible en ese pequeño“rincón del mundo”-hoy primer universo para la Generación My Social Media- los hace sentir en casa, en un mundo donde los sin techo son los que se han quedado fuera de la aldea digital.

Vigilancia cooperativa y acompañamiento social
Seguir y ser seguido. Follow me, following you. En metáfora bucólica: Twitter promoviendo al buen pastor en las comarcas de la parcela digital. Intertextualidad, el yo como un texto que remite a otros textos y al final, dicha trama retórica, como un complejo caótico de significados. Y pienso en Twitter, como también en la página de inicio de Facebook, donde se concentran los estilos, los estados de ánimo, las amistades, las imágenes, los textos… los significados. Y a todo esto, ¿cuál es el encanto de seguir al otro?
            Escena 1: Hace unos días, en mitad de clase, una alumna interrumpe molesta y la compañera de banca la justifica: “profesor discúlpela. Pero es que está estoqueando a su novio en Facebook y ya vio que está platicando con la ex”.
            Escena 2: En Hi5: “ayer por la noche no tenía nada qué hacer y que me pongo a googlear y que me topo tu perfil en todos lados ¿qué haces todo el día? ¿A poco te da tiempo para actualizar todos tus perfiles?”
            Escena 3: En Twitter: “¿cuántos mensajes sueles mandar en un día?, ¿5?, ¿10? ¡100! ¿Y a poco crees que los leen?” “No sé, pero de vez en cuando me contestan.”
            Escena 4: En Blip: “Para los que se despertaron luchando contra demonios y molinos de viento”. Segundos después responden comentando: “Me gusta”. Pulgar arriba. “Muy atinado para un día como hoy”
           
Variedades semánticas digitales
¿En qué modo están cambiando las conductas humanas estas nuevas redes sociales y herramientas de micro-blogging? ¿Cuál es el valor de esta nueva forma de conexión social? ¿Qué tipo de capital digital aportan? ¿Qué nuevos códigos de socialización estamos conformando y aceptando al validar aplicaciones sociales como Twitter, Facebook, Hi5, Blip, etc?
            Sin lugar a dudas, en estos espacios de comunicación social entre colectivos, confluyen y se entremezclan una serie de prácticas sociales muy antiguas de asociación, cooperación, acción, control, reputación e integración, pero ahora en modalidad digital.
            La comunicación fluida y permanente está a la vista de todos. Toda la gente, todas sus cosas, todas sus emociones, gustos y saberes. Basta teclear y un universo entero estará al alcance de nuestra mano. Thomas Friedman denominó a esta aplanadora como in-forming, en su ya clásico La tierra es plana. In-forming “es la capacidad de crear y desplegar tu propia cadena de suministro, una cadena de suministro de información, conocimientos y de entretenimiento” (2007, p. 165). En las aplicaciones sociales, es el sujeto mismo el que edita, crea, investiga, selecciona y elige valiéndose de sus capacidades, medios y herramientas para optar por lo más afín a él mismo.  En esta óptica googoolear  o googlear es como un rastrear en la propia memoria.
Buscar y rastrear para gente como Larry Page y Eric Schmidt (Google) es una nueva clase de colaboración. Una colaboración individual hecha a la medida. Una compleja forma de emancipación y de expresión que se sustenta en la búsqueda de aliados y colaboradores para conformar comunidades que superen las fronteras nacionales y culturales.
En la lógica de Mark Zuckerberg (Facebook), Jack Dorsey, Biz Stone y Evan Williams (Twitter) publicar y compartir ideas, intereses y emociones es intercambiar afinidades, hacernos transparentes. En ese mundo plano de Friedman, siempre podrán rastrearnos, porque en la “era de la búsqueda superpropulsada, todo el mundo es un famoso” (2007, p. 171), pero más que un famoso, el sujeto se vuelve visible. De lo que deriva, que de estas tecnologías de información se desprende una nueva forma de mirar, de organizar, de conocer, de regular, de valorar.
 En estas aplicaciones sociales que explotan la capacidad de internet por conectarlo todo, integrarlo y recombinarlo (Castells, 2001) surgen nuevas prácticas sociales, nuevas formas cognitivas, nuevos tipos de aprendices.
Una red social así como una comunidad virtual, son en sí mismas una comunidad de aprendices y de constructores colaborativos de conocimiento. Por ende, como afirma Begoña Gros-Salvat “distribuir significa compartir: la autoridad, el lenguaje, las experiencias, las tareas, la herencia cultural” (2008, p. 66).
En estos espacios retóricos y sociales, el usuario es el que hace el seguimiento y el diagnóstico, la aplicación sólo proporciona la estructura. Es pues una red social una comunidad de práctica un círculo de aprendizaje en la que los participantes se implican en procesos colaborativos, comparten experiencias y problemas.
Twitter como Facebook permiten la difusión caótica, fragmentada, diversificada, descoordinada y multiplicada pero interconectada a las diferentes contribuciones de los participantes. Conectarse, interactuar, compartir, distribuir quizá acerca a estas herramientas al concepto de Pierre Lévy de la interfaz como una red cognitiva de interacciones (1999).
Por ello, seguir, es conectar, sintonizar, provocar, inquietar, persuadir, seducir, excitar, motivar, negociar significados, co-construir, integrar. Ver y ser visto, el alimento de la pulsión oscópica.
Las redes sociales como modelo comunicativo fungen en parte como espejos, que como dice Joan Ferrés i Prats (2008) devuelven al receptor su propia imagen, lo que siente, lo que desea, lo que teme, lo que le preocupa, sus esperanzas, sus deseos, lo que piensa o lo que quiere pensar.
La visualización compulsiva  de códigos verbales y audiovisuales que se vive en Twitter y Facebook integra lo concreto y lo abstracto, une lo conceptual con lo emocional, lo simultáneo con lo lineal, lo acelerado con lo trepidante, lo racional con lo reflexivo, lo divertido con lo intuitivo, lo local con lo global.
Una extraña intimidad personalizada, portátil y colectiva se entreteje en este espacio social alternativo. Un “tengo frío” pesa tanto como un “¿Cuál de los 9 tipos de personalidad eres?”, porque en el fondo todas ellas son una extensión del corazón de los nativos digitales.
Como plantea Howard Rheingold (2004) no sólo estamos ante un nuevo usuario, sino ante una nueva cultura, nuevos modos de vida, nuevas formas de ver y ser vistos. Este modo de compartir con los demás momentos puntuales de la vida en tiempo real, no es un mero intercambio de información, es un sentirse acompañado, una modalidad del pienso en ti, del alguien se acordó de mí.
Seguir, multiplica las oportunidades de establecer contactos; consolida la propia identidad como miembros de un grupo en la mente de los demás (Hidalgo, 2009); denota interés; reafirma una relación; simboliza compromisos y lealtades; establece puentes de confianza; desarrolla conexiones internacionales; permite la participación cívica para comunicar opiniones a públicos más vastos (Buckingham, 2008); los hace presentes más allá del espacio conversacional.
Así pues, quien comparte conocimientos y estados de ánimo en la red, obtiene mayores cantidades de conocimiento y oportunidades de sociabilidad (Rheingold, 2004).
El mismo Carlos Scolari nos recuerda: “El hecho de poder estar siempre disponibles, en cualquier momento y en cualquier lugar, transforma la gestión de las actividades y la regulación del ciclo vital social” (2008, p. 283). Estar y ser visto obliga a los participantes de una red a dejar de ser consumidores para pasar a ser prosumidores, usuarios interactivos, algo más que simples espectadores, reproductores y difusores. La producción y distribución participativa que permiten Facebook y Twitter impulsan la reciprocidad y la cooperación.
Por otra parte, Twitter y Facebook ofrecen también a los “mineros de datos” un acceso extendido a los modos de representación, lenguaje y producción social de los otros. Ejerciendo con ello una especie de vigilancia cooperativa, de autoridad coercitiva, una especie de vigilancia inversa como la que plantea Andrew Hope (2005). Para ellos, seguir representa un jugar al gato y al ratón, una diversión social amparada en el pánico, del “¿quién estará viendo mi perfil?”
Conectar y seguir, en términos de viralidad y contagio para esta acepción de usuarios, pasa del “yo también”, del acompañamiento social a un placer irreverente de autoridad normativa. Esta suerte de regulación del actuar comunitario apela al vigía, al francotirador que se entromete en los “estados” y “muros” a “comentar en términos de coacción” para captar la atención de los demás e ir minando el desprestigio y reconocimiento de los otros.
Mientras que la vigilancia cooperativa establece mecanismos autorregulatorios de sana convivencia, la vigilancia coercitiva intenta herir con una estocada, controlar en modo sublime la conducta de los miembros. Basta sentirse vigilado para que la aportación se reduzca. En cambio si la visión se siente invisible, todo cambia, la publicación se hace con esperanza de retorno de inversión.
Para propagar ideas se requieren conexiones y nodos libres afirma Joseph Jaffe (2006); así como reclutas que retransmitan un mensaje para ampliar la audiencia y coordinar las actividades con otros grupos. En la economía de la reputación y la cultura de la exposición (Anderson, 2007), los vigilantes coercitivos buscan frenar las acciones colectivas.
Pero es curioso, en la ecología hipermedial de las redes sociales, estos mecanismos de control y de presión social son los que ayudan a mantener la confianza en las comunidades. La cooperación es un juego de encuentros y de estrategias en busca de la reputación; por ello, limpieza social, dilema y reciprocidad, siempre van de la mano. La ley de los contribuyentes es proporcional al número de observadores.
Finalmente, a todo esto, ¿por qué y para qué seguirnos? Podríamos contestar: para experimentar nuevas manera de percibir, de sentir, de escuchar y de ver (Morduchowicz, et al, 2008); para reinsertarnos socialmente, hacernos visibles y estar juntos (Martín-Barbero, 2008); porque el yo espectador se transforma en un nosotros, en una comunidad de compromisos y sentimientos a distancia (Pasquier, 2008);  por dependencia a los afectos, a la ilusión, para encontrar sentido a la realidad aburrida y poco apasionante y evitar el Efecto Tamagochi (de qué pasará con mi avatar y mi perfil mientras no estoy) (Valleur y Matysiak, 2005); para vincularse, eludir preocupaciones, bajar la guardia y vivir un poco de alegría (Schore, 2006) o quizá por algo tan simple como dice Marco Silva: “Porque el intercambio es justamente lo que crea la vida, lo que llama la vida” (2005, p. 105).

Referencias
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*Jorge Alberto Hidalgo Toledo. Lic. En Comunicación, Maestro en Humanidades por la Universidad Anáhuac. Titular de la Cátedra Televisa en Innovación en Contenidos, actualmente Titular de la Cátedra FISAC-Anáhuac en comunicación para la responsabilidad ante el consumo. Investigador Titular del Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA), de la Escuela de Comunicación de la Universidad Anáhuac. Director de Medios de Global Content. Coautor del libro: Comunicación Masiva en Hispanoamérica: Cultura y literatura mediática (2005). jhidalgo@anahuac.mx 

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